Según la Real Academia de la Lengua, ‘música’ significa
‘melodía, ritmo y armonía, combinados’, así
como ‘sucesión de sonidos modulados para recrear
el oído’. Estas dos definiciones nos aportan dos concepciones
distintas sobre el término. Por un lado,
tenemos la música como un ‘lenguaje’ organizado
que se basa en un sistema de reglas que coordinan
una serie de elementos básicos y, por otro lado, tenemos
la música como elemento cultural.
La música, como el lenguaje, es sintáctica y está
formada por diversos elementos organizados jerárquicamente
(tonos, intervalos y acordes). Las pruebas
científicas muestran que música y lenguaje tienen
representaciones corticales diferentes y, además,
se pueden ver alteradas de manera independiente.
Sin embargo, si nos centramos en el procesamiento
sintáctico musical, vemos cómo se activa
el área de Broca y su homóloga derecha. Aun así,
nos encontramos con casos de amusia adquirida o
congénita en los que no encontramos ningún tipo
de alteración en el lenguaje, y casos de personas
afásicas en las que no hay ningún tipo de alteración
musical. La propuesta por parte de los autores dedicados
a este campo es que se trata de un solapamiento
en áreas de procesamiento sintáctico, áreas
separadas de la representación sintáctica, que sería
diferente en lenguaje y música .
Por otro lado, la ejecución musical, como acto
motor voluntario, supone la implicación de áreas
motoras que interactuarán con áreas auditivas, de
manera que resulte posible controlar los actos motores
que implican la correcta interpretación que
está realizando el músico.
Todas las personas sin ningún problema neurológico
nacen con la maquinaria necesaria para poder
procesar la música. Esto lo podemos ver en los
niños menores de un año, que son capaces de mostrar
sensibilidad ante las escalas musicales y la regularidad
temporal, les es más fácil procesar intervalos
consonantes que los disonantes, y son capaces
de percibir una estructura tonal, así como breves
disrupciones en una melodía